Por Gabriela Lu
¡En el Universo no existen las coincidencias! Solo existe la sincronía. La razón es simple: reconocer la sincronía (que normalmente es tratada como simple coincidencia) implica el reconocimiento de una Ley superior, algo que nosotros no podemos controlar. Por tanto, para que exista una sincronía,debemos reconocer que estamos frente a una Ley que no podemos modificar, pero que podemos reconocer y aprovechar en beneficio nuestro.
Eduardo Zancolli, en su libro" Los misterios de las coincidencias", plantea que existen 7 leyes que influyen en esta sincronicidad, en esta ley de atracción.
Las 7 leyes de la sincronícidad
La sincronicidad aparenta ser la fuerza de la naturaleza que responde a la atracción del alma, cuando ha aumentado su energía, para ayudarnos a conectar los dos mundos: el mundo de la materia y el mundo del espíritu.
Dentro de esa fuerza de atracción podríamos describir las siete leyes heurísticas de la sincronicidad para hablar de su aparente funcionamiento.
Primera Ley: La Causa
La sincronicidad es causada por la activación de la gravedad individual del alma, consciente o inconscientemente. Esta gravedad se activa cuando existe un dilema trascendental para la evolución del individuo que no puede ser contestado por los conocimientos disponibles, por su lógica racional. Se han descrito distintas partículas subatómicas para referirse a diferentes fuerzas y funciones. Por ejemplo, el gravitón es descrito como el que actúa en la Ley de la Gravedad. Si tuviese que describir una partícula que nace de la fuerza generada por la activación del alma, la denominaría almatrón. Esta activación del alma, con su gran emanación de almatrones, genera una gran cantidad de energía que dará lugar a la formación de una sincronicidad (tal vez a través de estos almatrones mensajeros, al igual que el ARN, mensajero del ADN en el reino de la genética).
Segunda Ley: La Condición
La manifestación de una condición coincidencia con significado, como respuesta a una dilema profundo del alma, no tendría sentido si no estuviéramos suficientemente despiertos> para darnos cuenta de su existencia. El estado mas adecuado para poder identificarla es el de alerta-intuitivo. Encontrarnos que ese estado facilita la percepción de las señales que se presentarán para mostrarnos un nuevo camino. Es importante dejarse llevar por estas pistas y no ponerles trabas. Debemos dejarnos llevar por el <flujo> y estar abiertos a lo desconocido (incertidumbre). Los obstáculos habituales se presentan a través de la mente lógico-racional; de nuestra interpretación de los hechos a partir del tiempo lineal, ese que creemos tener atrapado en nuestros relojes; y de la voluntad de evitar vivir algo que luego tendremos temor de contar a los demás debido al <que dirán>, como habitualmente nos sucede a todos con las experiencias místicas. Debemos encontrarnos o colocarnos en una posición en que nos <desapeguemos del interés por el resultado>.
Tercera Ley: La <Agencia> Organizadora de las Sincronicidades
Habiendo activado la energía del alma y colocados en un estado de alerta-intuitiva sin estar esperando un resultado, algo, desde un plano superior a nuestra comprensión, comienza a organizar el evento que se materializará, casi mágicamente, dentro del <mundo real de los sentidos y la materia>. Parecería que la sincronicidad ha sido producida por una <agencia organizadora de eventos>, tal como lo haría una agencia de turismo al programar un viaje a la medida de nuestros requerimientos. Para dar otra imagen de la <agencia>, podríamos compárala a un director de cine o a un novelista, organizando las escenas que vendrán a continuación y en las cuales se desenvolverá la trama general.
Cuarta Ley: La Manifestación
Activada la energía del alma, aumentada la gravedad personal, con una actitud alerta-intuitiva y organizado ya el evento por la <agencia>, llega entonces el momento de la manifestación, de una <coincidencia con significado>. Ella, manifestándose en el mundo de la materia, como en el caso de los procesos virtuales, nos produce una tremenda movilización emocional. A su vez, nos trae las <pistas> que luego necesitaremos para decodificar y comprender la respuesta de lo que fue requerido por el alma.
Quinta Ley: El Significado
La sincronicidad contiene la <respuesta> para ese particular dilema del alma. Es la persona que la vivencia, y nadie más que ella misma, la que puede <descifrar su significado>. El significado, contenido en la coincidencia, contesta algo que sería casi imposible de ser respondido de otra manera más efectiva y real. Ese tipo de respuesta tiene la ventaja, sobre un conocimiento puramente abstracto e intelectual, de que proviene de la vivencia de una experiencia. Tenemos la clara sensación de que el evento y su significado parecen estar conectados a una espacie de red o <campo> que lo diseña a medida, demostrando una tremenda inteligencia y poder sobre el mundo de la materia y conociendo, sin duda, el propósito de nuestra alma individual.
Sexta Ley: Los Efectos Sobre el Alma y su Destino
Se podría decir que, a través de la sincronicidad, la < agencia> intenta <reencauzarnos adentro de nuestro destino individual>. UN destino que la mayoría de las veces desconocemos. Todo en la naturaleza, incluso nuestra propia vida, aparenta <evolucionar a través de los saltos bruscos>, al igual que los saltos cuánticos de las partículas subatómicas (la única manera que tiene para cambiar de órbita). La respuesta con significado produce un salto cuántico con esa consciencia individual, lo que permite un reencuentro temporario con su sendero individual prefijado. A partir de ese reencuentro el individuo reestructura los valores para su vida. Permanecerá con mínimos cambios, casi en reposo hasta el siguiente salto evolutivo.
Séptima Ley: El Propósito de la Fuerza
Si la <evolución tiene propósito>, como aparenta, debe utilizar también algún medio para lograr su objetivo: el avance en la evolución de la conciencia humana. Uno de los medios que utiliza para lograr su cometido parece ser la <sincronicidad>: una forma de comunicación creativa que conecta a los seres, directamente, con el <propósito> del espíritu de la naturaleza. Tal vez, el lenguaje que tenemos en común con los órdenes superiores. El objetivo inmediato de esa fuerza, la sincronicidad, es manifestarse a muchas personas con el fin de ser comprendidos y <cambiar rápidamente el paradigma> (el color de los espejos con los que miramos y descodificamos la realidad). Su objetivo es despertanos para que aliniemos nuestros destinos en la misma dirección que el de la evolución del universo. Hemos nacido de la naturaleza (no somos otra cosa que sus propios átomos organizados para albergar a la conciencia), y nadar contra ella solo produce sufrimiento y enfermedad. Hemos llegado a un punto de no-retorno, y peligroso si no es bien utilizado: aquí en la tierra <somos co-creadores> junto con las fuerzas de la naturaleza, y hoy ya hemos obtenido el conocimiento y el poder para ejercerlo.
Conclusión
Resumiendo, la sincronicidad parecer ser la manera en que el <intento del espíritu> (el de la totalidad) parece manifestarse en forma casi de milagro en la materia y los sentidos (ese mundo que los humanos consideramos el <real>). Se trata de una <fuerza> que desea ayudarnos a unir a través del <intento> los <dos mundos> que vemos separados (vistos desde la experiencia interior y la de los sentidos): el mundo del espíritu con el mundo de la materia. La sincronicidad tiene efecto indiscutible sobre el alma. ¿Pero qué papel juega el alma? Me parece que el alma es todo aquello que se encuentra entre esos dos mundos aún inconexos. Me parece que el alma es al instrumento que conseguirá el acople, ese que logrará dotar de inteligencia a toda la materia, el que logrará <espiritualizar la materia>. ¿Esa fuerza quiere demostrarnos su poder creador o quiere que nos convenzcamos de nuestro propio poder creador? ¿Podríamos llamar a esa energía liberada por el alma: <almatricidad>? Aparentemente, sí. La sincronicidad funciona utilizando otro tiempo, un tiempo distinto de l que tenemos atrapado en nuestros relojes: un tiempo en el que se confunden pasado, presente y futuro. Ese parece ser <el tiempo del alma> al que podríamos llamar almacronicidad.
Extracto del libro “Los Misterios de las Coincidencias” de Eduardo Zancolli
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